Por Guillermo Cifuentes
“Quizá la única lección que nos enseña la historia es que los seres humanos no aprendemos nada de las lecciones de la historia”, Aldous Huxley
Las elecciones primarias, convenciones o internas ocupan un buen espacio en la historia electoral dominicana y a partir del análisis de lo que ha pasado en cada una de ellas se puede entender mejor el por qué existen tantas dudas acerca de los procesos en que los ciudadanos ejercen su derecho a elegir a lo interno de los partidos.
La convención interna que inaugura a nivel nacional este tipo de experiencia fue aquella en que el PRD eligió sus candidatos a presidente y vicepresidente para las elecciones de 1962. Se celebraron del 19 al 21 de octubre de 1961 y ahí mismo comenzaron los tropezones. No había transcurrido una semana de conocerse sus resultados cuando el Comité Ejecutivo perredeísta declaró irregular la escogencia del candidato a vicepresidente alegando que los 155 votos obtenidos por el ganador eran insuficientes. Se realizó una “segunda vuelta” el siete de noviembre donde apareció otro candidato que fue finalmente el ganador con ¡¡148 votos!! mientras el candidato que en octubre había obtenido 155 solo consiguió 13. ¿Por qué digo que la experiencia comenzó mal? La respuesta hay que buscarla en el hecho de que para esa escogencia no se tomó en cuenta que el vice siempre debe ser del gusto del candidato presidencial (“con ese hombre no seré candidato”) más que de los militantes del partido. ¿Me entiende?
Saltemos al 1999 cuando los compañeros PEME -aliados de lavadoras, estufas y neveras- resolvieron la interna del PLD.
En el año 2007 la sorpresa en el PRD fue tan grande que el 80% obtenido por el actual canciller sirvió para garantizar completamente una impunidad que no quedó documentada en papeles que la expliquen, ni siquiera en una nota de molestia. Lo ocurrido fue tan grave que lo de los “scaners” le queda chiquitico.
Pero no hemos incorporado al análisis la violencia ni los asesinatos que se han cometido en esos eventos y cuyos responsables siembre han quedado impunes. ¡Otra vez la impunidad! Nos limitamos a tomar sólo esos ejemplos emblemáticos pues la intención de este análisis no es hacer una historia de las primarias, sino abordar este tema que se ha vuelto central para la discusión en el marco del nuevo sistema electoral, sin olvidar la experiencia y los comportamientos electorales.
Nos parece muy positivo legislar sobre las primarias, no parece adecuado que las mismas sean parte de la ley de partidos, pues resulta evidente que no son parte de un marco jurídico de los partidos sustentado por los derechos y deberes constitucionales. Lo primero que habrá que definir claramente es el ámbito de intervención propio, así como las sanciones si la norma no es respetada. Se puede observar con claridad que ni las elecciones primarias ni las definitivas caen en el campo de la ley de partidos sino en el de la ley electoral. Tal vez la explicación de lo que está ocurriendo radique en que entre quienes están demasiado interesados en la ley de partidos están aquellos que creen que “hay quienes hacemos política fuera de los partidos”. Recordar eso hace más comprensible este interés casi obsesivo en la ley de partidos.
A partir de mi experiencia con otros sistemas electorales que funcionan bien, tengo la convicción de que las elecciones primarias deben ser organizadas por el órgano electoral (en nuestro caso la JCE), deben ser voluntarias, deben ser vinculantes y deben ser simultáneas.
¿Qué significa que sean organizadas por la JCE? Que las primarias deben regirse por la Ley electoral -salvo si se aprobara una ley de primarias para regular aspectos de su exclusividad. Debido a que las elecciones primarias son una modalidad para que los partidos elijan a sus candidatos, los electores deben ser “segregados” de alguna manera pero todos los inscritos deben tener derecho a participar.
La única forma de evitar que los miembros de un partido voten para influir en la elección de un partido distinto al que militan es que su militancia sea parte de la información que contiene el padrón de la Junta. En este punto alguien podría recordar las experiencias nada democráticas en las que la JCE ha tenido participación en internas, pero el ejercicio que debemos hacer es pensar en la ley que queremos y necesitamos, no en una pararrayos anti fraudes. Otro aspecto a considerar es el de la participación potencial de independientes, entendiendo por estos a quienes no están inscritos en ningún partido.
La idea de que las primarias se hagan con los padrones de los partidos es definitivamente una opción hasta peligrosa. Veámoslo de esta manera: si aparecen las “dobles militancias” serán motivo de conflicto ¿no es cierto? La pregunta que se cae de la mata y que debería servir para ir superando suspicacias en cuanto a un padrón único es cómo podría la Junta organizar elecciones primarias con padrones distintos al propio.
Como dentro de las atribuciones exclusivas de la JCE está organizar las elecciones, la posibilidad de que los partidos informen a la Junta sus militantes y que ésta los registre en el padrón general permitiría que a cada uno de los votantes con militancia se les entregue una boleta que contenga solo las candidaturas propuestas por su partido. Quienes no tengan militancia podrán decidirse al momento de la votación por una y solo una de las alternativas partidarias.
Elecciones primarias voluntarias parecen lo más aconsejable, en tanto modalidad democrática para que los partidos seleccionen a sus candidatos a los cargos electivos. En ese esquema puede ser perfectamente atendible que un partido cualquiera los seleccione mediante una modalidad distinta. Las experiencias conocidas dicen que los partidos o candidatos que se niegan a primarias no solo pierden las facilidades y ventajas que las primarias les otorgan a quienes participan de ellas (propaganda legal, acceso a los medios de comunicación, etc.) sino que finalmente son sancionados electoralmente por el soberano. Insisto que las primarias son una modalidad y no tienen por qué ser la única.
Las primarias deben ser vinculantes, es decir que los resultados de las primarias tienen efecto en la inscripción de los candidatos y candidatas. Hace unos días escuchaba que no respetar los resultados de las primarias debía ser sancionado. Si las primarias son vinculantes, sanciones de ese tipo son innecesarias, puesto que los ganadores de una primaria quedan inmediatamente en condiciones de ser confirmados como candidatos y los que perdieron no pueden ser aceptados por la Junta.
Las primarias deben ser simultáneas pues esta característica conjuntamente con las anteriores garantizaría que no sea posible ni siquiera intentar votar más de una vez, sin olvidar que organizar una primaria simultánea (todos los partidos en disposición de elegir sus candidatos mediante esta modalidad) contribuiría también a lograr un importante ahorro de recursos humanos y materiales pues lo que variaría sería solamente el número de convocados a ejercer el sufragio.
Si los verdes lo permiten (“¡Qué tiempos éstos en que/hablar sobre árboles es casi un crimen/porque supone callar sobre tantas alevosías!”) espero volver sobre el tema del nuevo sistema electoral, especialmente porque parece necesario reflexionar sobre el contexto que impide avanzar y sobre una ausencia que ya no puede ser ignorada: los demócratas.